Comentario
Las ciudades crecieron a veces lentamente en lo que no era el puro centro en torno a la plaza Mayor. En Querétaro por ejemplo, el reparto de solares que había sido gratuito a lo largo del XVI, dejó de serlo para los del centro de la ciudad a fines de siglo, pues ya había que comprarlos. Aunque la adjudicación de un solar llevaba aparejada la obligación de construir, a veces hubo que tomar medidas, como en San Luis Potosí (México) donde se pidió en 1596 dejar sin solares a aquellos que todavía no habían construido, a pesar de ser reciente la fundación de esa ciudad.El crecimiento en extensión de las ciudades obedeció a veces a razones operativas tan simples como en el caso de Puebla, que a fines del siglo XVI estaba creciendo hacia el norte porque en esa zona era más fácil obtener la piedra, la cal y el agua necesarios para la construcción. No siempre mantuvieron la cuadrícula en su crecimiento y a veces se extendieron a lo largo de los caminos que llegaban hasta ellas. También esos caminos fueron mejorados con obras de infraestructura viaria como el famoso puente de piedra con seis arcos que fue construido en Lima a comienzos del siglo XVII por Juan del Corral.La tendencia a jerarquizar la ciudad por sus funciones se aprecia no sólo en la huella dejada por los oficios en los nombres del callejero: Mercaderes, de las Mantas..., sino también por la tendencia a agrupar los edificios más representativos que fueron necesarios después de la fundación que ya no estarán en la plaza Mayor, sino en plazas creadas en función de esas nuevas necesidades urbanas. Desde el punto de vista del funcionamiento de la ciudad hubo una serie de cuestiones prioritarias. Una de ellas fue el abastecimiento de agua, que fue una de las empresas más prontamente abordadas. Aunque se hizo con obras de infraestructura que en principio no afectan a la imagen urbana, la realidad es que tanto las fuentes como los acueductos están netamente ligados a la construcción y transformación de la ciudad.A veces en los planos de las ciudades, a la par que los solares y los edificios más representativos, se dibuja la red de abastecimiento de agua, pues fue un factor diferenciador de las grandes ciudades, asociado al hecho urbano, la existencia de una infraestructura para la llegada del agua a la ciudad. En una planta de Quito del año 1573 se aprecian los acueductos y a qué lugares llegaba su agua: hospital del Rey, Real Casa de la Audiencia y campo de Iñaquito, la Merced y a las fuentes públicas de las plazas. En La Habana se hizo la llamada Zanja Real para llevar el agua a la ciudad a fines del siglo XVI. En Santiago de Guatemala la primera noticia que se tiene de una fuente en la plaza Mayor es de 1555, muchísimo antes de que, a comienzos del siglo XVIII, se empedrara dicha plaza. Poco después del empedrado, Diego de Porres dio la traza para una nueva fuente en la que el agua salía de los pechos de unas sirenas, motivo decorativo que se ha relacionado tanto con la tradición de Guatemala, como con la posible influencia de la fuente de Neptuno en Bolonia que el autor pudo conocer a través de un grabado.En México se había ocupado del abastecimiento de agua Claudio de Arciniega en la segunda mitad del siglo XVI, construyéndose entre otras obras el acueducto de Chapultepec, a la vez que se siguió utilizando en parte la primitiva red prehispánica, pero el gran problema de México con el agua fue el de las inundaciones: en 1604, en 1607 y sobre todo, en 1629, que duró años. De todas formas, el problema de una ciudad asentada sobre una laguna no fue solucionado en mucho tiempo. La llegada del agua a las ciudades llevó aparejada en algún caso la construcción de fuentes, elemento clave del ornato urbano.La cuadrícula de las ciudades -aquellas que la tenían, que no eran todas ni mucho menos- se fue modificando con el tiempo. A veces las órdenes religiosas unieron dos o más manzanas para sus conventos con lo cual, como ha indicado L. Mattos Cárdenas, algunas calles fueron interrumpidas con "fondos visuales que el gusto barroco aprovechó en algunos casos". A veces lo que también hicieron las órdenes religiosas fue dejar sin construir parte de la manzana que se les había adjudicado para crear una plaza delante del edificio, tal como se puede comprobar en la manzana que en La Plata (Bolivia) ocupaba el convento de Santo Domingo en 1779.La riqueza de la ciudad de Lima a comienzos del siglo XVII (en ese siglo llegó a tener sesenta mil habitantes) se fue reflejando en determinadas reformas urbanas que asimilaron los modelos del barroco europeo para crear pequeñas plazas ante los edificios más representativos, lo cual fue transformando la perfección de la cuadrícula. Esa concepción barroca del espacio urbano con toda su carga teatral y escenográfica se plasmó también en la fuente de bronce que se colocó en 1651 en la plaza de Armas, con ocho leones y el ángel de la fama para enaltecer la gloria de esta ciudad. El hecho de que ya desde comienzos del siglo XVII contara con una Alameda -la de los Descalzos- nos da idea de la importancia dada por esta ciudad al ornato. Con sus siete calles de árboles y cuatro fuentes, se ha puesto en relación con otras similares en México (la de San Diego, proyectada en 1592, en tiempos del virrey Velasco) y en Antigua, Guatemala, siendo su modelo en última instancia tanto la Alameda de Hércules en Sevilla como el Paseo del Prado de Madrid.